Laboratorio de Semillas de Flores

Desde que comenzó mi amor por las flores, me ha fascinado la versatilidad con la que han sido estudiadas a lo largo de la historia. La primera teoría que me atrapó fue el lenguaje de las flores, ese código sutil que usaba María Antonieta en su corte para enviar mensajes ocultos entre pétalos. Luego vinieron los bocetos botánicos, hechos por artistas que buscaron documentar con detalle la vida vegetal; las flores utilizadas en menjurges, plantas medicinales, esencias, gastronomía, ornato… En fin, hay todo un mundo que florece más allá del jarrón.
Y por eso, decidimos investigarlo todo.
Estamos emocionados de compartir que en Artistería abrimos las puertas a nuestro Laboratorio de Semillas de Flores. Un lugar creado en colaboración con Valle Paralelo para los curiosos observadores de la naturaleza, como nosotros. En esta hermosa casa de cristal, investigamos los brotes desde la raíz. Desarrollamos nuevas variedades, exploramos colores, significados, usos y formas. Estudiamos no solo cómo florecen, sino por qué lo hacen. Lo que representan y lo que despiertan.
¿Por qué existen las flores? Me lo pregunto.
En lo evolutivo, las flores son un vehículo brillante para atraer polinizadores y garantizar la reproducción de las plantas con semillas. Pero también hay algo más profundo. La flor es como una musa bien vestida: elegante, radiante, coqueta. Se muestra con equilibrio entre el pudor y la provocación. Su belleza es un lenguaje instintivo: forma, aroma, color… todo en ella invita, atrapa, cautiva.
Stephen Buchmann, en The Reason for Flowers, lo describe así:
“La fragancia de una flor declara al mundo que es fértil, disponible y deseable, sus órganos sexuales rebosando néctar. Su olor nos recuerda, de forma vestigial, la fertilidad, la fuerza vital, el optimismo y el ardor de la juventud. Inhalamos su aroma ardiente y, sin importar nuestra edad, nos sentimos jóvenes y deseables en un mundo encendido de deseo.”
Las flores son órganos sexuales, sí. Pero también son signos. Antoine de Saint-Exupéry, en El Principito, convirtió a una flor en símbolo del amor:
“Es el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante.”
José María Velasco, como presidente de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, pintó La Flora del Valle de México en 1868 y documentó con rigor científico miles de especies de insectos, flores y animales. Inclusive fue el primero en ilustrar una especie de ajolote nunca antes vista.
Es curioso cómo, al recibir flores, lo primero que buscamos es prolongar su vida. Las ponemos en agua, les damos comida, les damos sombra, intentando que su esplendor dure para siempre. Sin embargo, lo que muchas veces olvidamos es que ese instante de belleza total —cuando la flor está más abierta, más viva— es también el momento en que está más cerca de su muerte. Lo bello no dura, pero deja huella.
Por eso abrimos este laboratorio.
Para entender. Para conservar.
Para honrar lo que florece y luego desvanece.